Campo Arcís. Tierra de Viñedos. Una gran llanura dominada por el cultivo de la vid. Un paisaje del vino que tiene como mascarón de proa la Bodega Cooperativa de San Isidro Labrador. Una cooperativa fundada hace más de medio siglo por 83 de sus vecinos (1958).
Entramos en la Villa de Requena: la fuerte, la segura. Con su pasado árabe impreso en su trama urbana, y el cristiano, en los dinteles de sus casas blasonadas. Remontamos la calle Fortaleza que vigila celosamente el castillo. Y subimos a la torre. Para divisar desde lo alto la villa entera y la campiña de su alrededor. Tapizada de un mar de viñas que se extiende dulcemente hasta los mismos confines del horizonte. Una brisa ligera y mágica se cuela entre las almenas. E invita a nuestra mirada a alzar el vuelo. A surcar un cielo dilatado. De un azul límpido. No oponemos resistencia. Ascendemos y damos comienzo un viaje maravilloso entre vides y vidas.
Sobrevolamos el río Magro. Dejamos atrás un pequeño altozano donde se asienta la pedanía de El Pontón. Y nos dejamos caer suavemente hasta una gran llanura donde se levanta en su centro la aldea de Campo Arcís. Tierra de Viñedos. Justo a la entrada se encuentra la Bodega Cooperativa de San Isidro Labrador. Es el edificio más grande de un conjunto formado por más de 300 casas agrupadas en una veintena de calles y dos plazas: la del Sol y Mercado, donde destaca tímidamente el campanario de la iglesia parroquial. Ciertamente Campo Arcís hace honor a su coletilla porque las cepas llegan hasta los mismos pies de las viviendas. Unos viñedos que se extienden como una colcha ininterrumpida hasta los bordes de las colinas, cerros y muelas que lo circundan.
Parece que nos estaban esperando. Tres hombres que pertenecen a tres dinastías campesinas. Vicente García Hernández (1928), quien ocupó el cargo de secretario de la cooperativa durante casi 50 años; Antonio Sáez Navarro (1932), que fue presidente entre los años 1984-1989, y Fernando Piqueras Haba (1943). Nos sumamos a su conversación de rondón. Empezamos a comprender entonces que las tierras arcillosas de Campos Arcís no sólo han sido capaces de fertilizar viñas sino vidas. Unas vidas que sólo contaban con la fuerza de su trabajo para enfrentarse a la dureza del suelo y la indolencia del cielo. Que no iba a haber sequías ni heladas ni pedriscos ni plagas que pudieran con ellos. Porque había algo en su interior que era mucho más fuerte que todo eso: su verdad.
Una verdad que comparten a manos llenas con quien quiera escucharla. Os acordáis del hijo de Hipólito y la Modesta que se llamaba Paquito. El que emigró a Venezuela y sus padres a Barcelona. Aquello fue un salto muy grande. Que por qué se iban. Porque faltaba para vivir. Los ingresos no alcanzaban. Era pura supervivencia. También anhelo de mejorar el nivel de vida. De progresar. ¿Les suena? El éxodo rural de los años 50, 60 y 70. La despoblación y abandono de pueblos, aldeas, caseríos. En Campo Arcís, de casas y casillas.
La fundación de la Cooperativa de Campo Arcís a finales de 1958 supuso el inicio de una nueva época. Supuso por ejemplo dejar atrás el centenar de bodeguillas que salpicaban el caso urbano para concentrar los esfuerzos en una sola. Supuso deshacerse de los bodegueros comisionistas o intermediarios que mal pagaban las cosechas de los pequeños cosecheros. Supuso dejar atrás también el tufo del trullo con el peligro de muerte que suponía para quien lo trasegaba. El cooperativismo provocó un efecto dominó. En cierto modo trajo consigo la reconversión del campo. Un cambio sensible en el paisaje agrícola y social de la llanura. En definitiva, la cooperativa brindaba la oportunidad de no desaparecer. De seguir formando parte del orden de las cosas. En este caso, del engranaje que se estaba poniendo en marcha con el Desarrollismo.
Nunca antes una frase cobró tanto sentido: la unión hace la fuerza. Una fuerza que facilitó cambiar la bestia por la máquina. La mecanización del campo. Antes para labrar 100 cepas de viñas tenías que pasarte 8 horas con el mulo; ahora, en 1 hora de tractor labras 1.500 cepas. Sin olvidar que el mulo es un ser vivo. Que pide de comer. Animales de tiro y labranza eran vestigios de un mundo rural en profundo declive y con ellos un sinfín de oficios que Vicente, Antonio y Fernando hacen memoria: herreros, guarnicioneros, esparteros, carreteros… Y también aquellas cuadrillas formadas por 8 cortadores, 2 para las parihuelas y el que estaba bailando, esto es, el que pisaba la uva.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? En absoluto. Ahora se vive mucho mejor coinciden los tres. Es verdad que eran jóvenes y fuertes, con toda la vida por delante, una vida que sin embargo cumplía a rajatabla la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente. Desde el alba hasta el ocaso. De sol a sol. Porque cuando no era segar el trigo con la corbella, era la fornilla o los tocones que se aprovechaban de combustible para los hornos cerámicos de Manises y Paterna. O hacer hoyos para plantar nuevas viñas. ¡A céntimo el hoyo te lo pagaban! O preparar un campo para el azafrán. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? A lo sumo fue distinto. Muy distinto.
La población actual de Campo Arcís apenas roza los 450 habitantes. La propiedad de la tierra está concentrada en manos de los viticultores residentes. En la actualidad, 202 son los socios cooperativistas. La totalidad de la aldea. Un auténtico hito histórico. Recogiendo entre 8 y 9 millones de kilos de uva. Que vienen a ser 6 o 7 millones de litros de vino. Una producción que tiene como principal cliente COVIÑAS. Siendo la segunda bodega asociada en importancia, después de la de San Antonio. Y bajo la dirección de Diego Morcillo, director técnico del Grupo COVIÑAS, elaboran principalmente vinos de bobal y macabeo, este último utilizado como base de cava. D. José Enrique Mislata Pedrón, actual presidente y quien propició este encuentro, le corresponde liderar una etapa centrada en la producción de vinos de mejor calidad posible para ser comercializados luego tanto en los mercados nacionales como los de exportación bajo las marcas del Grupo.
Antes de dar por concluida la tertulia el viajero les pide encarecidamente que le firmen el libro Campo Arcís. Cooperativismo y Viticultura, escrito por Juan Piqueras Haba (Campo Arcís, 1946), Doctor en Geografía y Catedrático de la Universidad de Valencia, y hermano de uno de sus interlocutores. Un libro que se editó para conmemorar el 50 aniversario de la cooperativa. Y se siente muy afortunado porque se lleva consigo tres autógrafos de la memoria de una aldea, de un pueblo, que se siente orgulloso.
Y con este libro bajo el brazo recorre las calles semivacías del pueblo; observa los gatazos que rozan sigilosamente las esquinas de las casas; se cruza con la mirada inquisitiva de alguna vecina; mientras se dirige con paso tranquilo y pensativo al Bar de los Jubilados. Debe de poner el colofón a la visita. Un colofón que cumpla con los cánones de Campo Arcís: un plato de champiñones con un rosadito de COVIÑAS. Un maridaje de categoría y único de un pueblo que hoy vive por y para la vid, porque en ello les va la vida. Al fin y al cabo, la forma de ganársela. ¡Brindemos por ello!