Lloran nuestras viñas. Este fenómeno nos enamora ya que la vid vuelve a la vida. Despierta la naturaleza con la llegada de la primavera. Supone el final de un largo letargo invernal donde la planta ha estado en reposo. Los troncos desnudos se irán cubriendo de vida, el marrón dejará paso al verde de las hojas en las próximas semanas. Vuelve a brotar la vida. Podemos decir que nos encontramos ante un llanto de alegría.
El lloro forma parte del ciclo vegetativo de la viña. Este fenómeno se produce cuando asciende la temperatura del suelo y las raíces lo notan (en torno a diez grados), momento en el cual la savia de la planta comienza a circular por ella. El aumento de las temperaturas supone la activación del sistema radicular de la planta y su respiración celular.
Las gotas (mezcla de sustancias vegetales) que vemos funcionan como un mecánismo de la planta con la que curar sus heridas, cicatrizando las ramas podadas (en Coviñas podamos en seco en la primera quincena de diciembre) y protegiéndolas de plagas externas. En este momento la savia comienza a circular por los sarmientos. La viña se prepara para brotar, florecer y transformar sus flores en uva.
Y la vid, ¿cuánto llora? La cantidad de “lagrima” dependerá del grosor del corte realizado en la poda de invierno y de cuándo se realizó esta poda (a poda más tardía más llanto tendremos). El llanto terminará aproximadamente a los diez días cuando los cortes (heridas) se recubran con las sales disueltas en el lloro evaporado y con una sustancia producida por bacterias que viven en el derrame. Esto obstruirá los vasos conductores de la viña, los taponará y cesará el lloro.
Ahora sí, los viñedos de la comarca de Utiel-Requena se preparan para el buen tiempo, la primavera y su floración.