El vino tinto tiene un color tan especial que es capaz de seducir por los ojos a los más exquisitos paladares, pero, ¿exactamente qué le da ese color que varía de intensidad?
Seguro que, como mínimo, has escuchado hablar de los famosos polifenoles, que son los que le dan al vino el color que tiene. Dentro de estos polifenoles encontramos a los taninos (nombre que también puede resultar más oído a nivel popular) y los antocianos. Si eres una persona entendida en vino, bien sabrás sobre ellos. Si estás algo verde en el tema, ¡te contamos más!
Los antocianos son aquellos que encontramos en la piel de la uva mayoritariamente y en parte en su pulpa. Como sabes, nuestras variedades de uva por excelencia son la Bobal y la Macabeo.
Por su parte, los taninos también se hallan en la piel, en las pepitas (aunque mucha gente les tiene manía sobre todo en Nochevieja, ¿verdad?) y en el esqueleto del racimo de la uva, conocido como raspón.
Los vinos tintos tienen un tono malva, púrpura o violeta cuando son más jóvenes y este color va evolucionando a tonos más opacos cuando hablamos de reservas y grandes reservas. Cuando el vino atraviesa el proceso de maceración es el momento en que los antocianos cambian su color de los tonos azules hacia los rojizos.
Como ya hemos expuesto, la variedad de uva también influirá en el color del vino, así como en su sabor; además del envejecimiento y proceso químico propios de su elaboración. Y la madera en la que se conserva y macera juega un gran papel, como te contamos aquí.
Y tú, ¿qué tono prefieres para vestir tu mesa?